Conducción sanitaria a la deriva. Se ha destruido equipos de conducción de salud pública y estrategias sanitarias
La capacidad de respuesta ante los daños y riesgos a la salud pública se expresan a través de una adecuada conducción sanitaria y de gestión de los servicios de salud. ¿Tiene capacidad el gobierno peruano para proteger a los ciudadanos en todo el territorio nacional? Los indicadores sanitarios diseñados para tal fin nos dan esta decepcionante respuesta: NO. Además, reflejan un retroceso en los últimos años.
La atomización de la salud pública generada por la llamada reforma de salud es dañina. La transferencia de las competencias del gobierno nacional a los gobiernos regionales es un retroceso. La propia Ley de Bases de la Descentralización manda que las competencias sean compartidas entre gobierno nacional, los regionales y locales. Lo que se comparte no se transfiere. Se han creado 25 mini ministerios de salud, sin entender la naturaleza y peculiaridad de los riesgos y daños a la salud pública. Se ha mellado la capacidad de respuesta sanitaria.
Además, el DL 1153, componente de la llamada reforma, dividió y separó las funciones administrativas de las asistenciales de los servidores de salud. Ha introducido las funciones administrativas bajo el amparo de la Ley Servir. Por otro lado ha regulado las funciones asistenciales y ha normado que las “entregas y compensaciones económicas” (sueldos) de los servidores asistenciales estén conformadas por un pago fijo de 60% más un monto variable de 40%. Este monto variable se compone de bonos y guardias. Por su parte los administrativos desempeñan sus funciones solo por un pago fijo.
Parece lógica esta división, pero no es así. La realidad sanitaria es compleja y la mezcla de las funciones administrativas y asistenciales es permanente. Por ejemplo: el chofer de una ambulancia, según el DL 1153, es catalogado como administrativo a pesar de que cumple también funciones asistenciales. Atiende pacientes, ayuda en las emergencias como parte del equipo de atención, hace guardias nocturnas, su horario y sus funciones de trabajo se adaptan a las necesidades asistenciales. Este defecto normativo genera conflicto, inequidad y resta capacidades sanitarias a niveles operativos. Pero las consecuencias a nivel directivo y de gerencia son catastróficas.
Un médico que realiza una “labor asistencial” gana entre 4 y 6 mil soles en función de las guardias y bonos por la labor que realice. Sin embargo, si ocupa el puesto de director general adjunto o ejecutivo gana solo 3900 o 4 mil soles, por ser “administrativo”. Lo mismo sucede con los demás profesionales de la salud. Se presenta una paradoja: los administrados ganan más que los administradores. Además, la conducción de los hospitales, redes y microrredes involucran equipos muy especializados en medicina, enfermería, obstetricia, farmacia, etc. El DL 1153, ha quitado los incentivos económicos para atraer a los mejores profesionales en la conducción sanitaria.
El Minsa transfirió fondos a Servir -sin que éste se adecúe a lo específico sanitario- para cofinanciar con las regiones el pago a los funcionarios F5, F4 y F3. Además, los directores F5, F4 y F3 que ya designados como cargos de confianza no pertenecen, salvo alguna excepción, al sistema Servir. Los funcionarios de las regiones ocupan el cargo pero no cobran por él. Lo mismo ocurre con los equipos que conducen la salud pública y las estrategias sanitarias.
En conclusión el DL 1153 ha generado problemas a nivel operativo en el funcionamiento de los establecimientos de salud, (hospitales y Centros de salud) al romper el equipo de trabajo y de guardias, al obviar que los llamados administrativos son en realidad un mix administrativo-asistencial. Ha destruido los equipos de conducción de la salud pública y las estrategias sanitarias al quitarles los incentivos económicos que poseían. Y finalmente los encargados de direcciones y gerencias ganan mucho menos que los profesionales que dirigen. ¿Se puede luchar así contra la Tuberculosis, las epidemias, los desastres naturales? Obviamente no. ¡Es necesario reformar la reforma!
Por Herberth Cuba García