Los lenguajes en la comunicación política
La capacidad comunicacional de los líderes políticos es un asunto medular en las contiendas electorales. Hay que entender la comunicación en el sentido más amplio posible. Un rostro, un sentimiento, una postura, un titubeo, un giro lingüístico, un ademán, un escrito, una conversación, un discurso, un silencio, una foto, un hecho, solo por señalar algunos ejemplos de la amplia gama de formas de comunicación.
Sin embargo, la presentación de un rostro bien podría colisionar con un giro lingüístico o con un hecho con resultados adversos a los deseados por los propios políticos. Todos las formas comunicacionales deben coincidir con la imagen proyectada por el político.
Además, como diría Giovanni Sartori, “el homo sapiens debe todo su saber y todo el avance de su entendimiento a su capacidad de abstracción”. Sí, abstracción. Son abstractos, por ejemplo, los conceptos de Estado, soberanía, democracia, burocracia, sólo para mencionar algunos ligados a la política.
Según Sartori, “toda nuestra capacidad de administrar nuestra realidad política, social y económica en la que vivimos, y a la que se somete la naturaleza del hombre se fundamenta exclusivamente en un pensamiento conceptual, que representa entidades invisibles e inexistentes”. Sin embargo, la aparición de la televisión y los vídeos ha puesto de cabeza el sentido natural del desarrollo del conocimiento humano, es decir, la progresión de un lenguaje denotativo ( palabras concretas y en modo físico visibles o sensibles) hacia un lenguaje connotativo (lenguaje abstracto e invisible). Es decir, la aparición del “homo videns” significa la regresión del lenguaje connotativo a sólo denotativo. He ahí la dificultad de los políticos. ¿Cómo comunicar con certeza con ambos mundos?
Es necesario hacer un correcto uso del lenguaje abstracto y traducir, sin mellar la esencia del mensaje, a un lenguaje concreto, es decir denotativo. Giovanni Sartori, es pesimista. Sin embargo, hay políticos que transitan en ambos sectores con soltura, coherencia y dentro de la imagen objetivo que proyectan. Otros, hacen gala sólo de lenguaje abstracto y académico. Y por último, los que usan lenguaje denotativo y que en modo increíble, poseen dificultades para articular discursos abstractos, coherentes y rigurosos. El proceso electoral que vivimos ha puesto en evidencia este supuesto de Giovanni Sartori debido a que casi todos los candidatos se mueven en el mismo espectro ideológico. Además, cada uno de los 19 candidatos encaja en un grupo de los 3 señalados. Es obvio que todos quisieran pertenecer al primer grupo. Es el deseo frente a la realidad.
Las nuevas tecnologías de la información, como el internet, han cerrado la brecha entre el pasado y el presente. Para el ciudadano que entra a su computadora y se pone al día sobre alguien, sobre alguna idea, un hecho o una circunstancia, tiene la percepción de que todo es presente. Requiere un esfuerzo mayor de abstracción para relacionar el hecho con la circunstancia y su tiempo. Este es uno de los grandes dramas de la política contemporánea. El esfuerzo de abstracción es escaso debido a la proliferación de lo que Sartori llama el “homo videns”. No hay olvido. Todo es presente.
El tercer aspecto, señalado por Byung-Chul Han, va ligado a la contradicción entre transparencia y estrategia política. La política requiere reserva, nocturnidad, engaño y señuelos equívocos para lograr una estrategia de éxito. La transparencia plantea una desnudez absoluta de los actores políticos que los incapacita para hacer política. Es obvio que todos los actores políticos se deben jactar de ser transparentes, por que es lo “políticamente correcto” . Sin embargo, al primer atisbo de evidencia pública de disociación entre hechos y palabras, los políticos sufren consecuencias funestas.
La falta de reflejos, la falta de preparación, la falta de capacidad para amoldarse a las diversos públicos y escenarios se evidencian en las derrotas electorales. Cada uno de los tres aspectos que he señalado se deben administrar con cautela. La política es más que sólo marketing.
Por Herberth Cuba García