Radiografía de la campaña electoral en curso
A sólo 3 semanas de las elecciones generales en el Perú, para elegir a los nuevos miembros al Congreso, al Parlamento Andino y la plancha presidencial, constatamos con preocupación la existencia de un debate creado para deslegitimar el proceso electoral en ciernes. Deslegitimar puede sonar un poco ambiguo y poco útil. Sin embargo, tiene que ver con la esencia de la democracia. La autonomía de los ciudadanos debe expresarse en las urnas. Y el respeto a estos resultados es la esencia de la racionalidad democrática.
El filosofo Jürgen Habermas señala que la autonomía del ciudadano puede verse afectada por la presencia de la cultura de masas y líderes que reemplazan la autonomía de cada ciudadano por su pensamiento mesiánico. El ciudadano abdica a favor del líder carismático, a través de un aparato de propaganda y difusión ideológica capaz de apabullar al discrepante. Esta propaganda política convierte a los ciudadanos en menores de edad. La experiencia la hemos vivido en modo funesto de cerca en nuestro país. Es la relación entre el líder y la masa. No interesan las propuestas. El líder sabe lo que hace y además cómo lo hace.
Sin embargo, Habermas, describe otro peligro: la autonomía del ciudadano puede verse mellada y relegada a través del marketing político. Es un juego peligroso porque da la impresión que expone ideas, pero en realidad venden el producto. Venden al líder carismático. Venden a aquel que no expresa ideas sino a aquel que proyecta una imagen de salvador. El marketing político priva al ciudadano de la argumentación política. Esta experiencia, cuya campaña política se basó en el nombre como marca y que incluso llegó al segundo lugar de las preferencias electorales. Hoy excluidos con justa razón del proceso electoral.
Otro aspecto, según el mismo autor, que viola la autonomía del elector es la corrupción de los partidos. Partidos políticos construidos sobre la base de un propietario feudal. Capaz de disponer a su antojo del funcionamiento del mismo. Sin ideas, solo como aparato para copar las altas esferas del poder político. Son instituciones que no dialogan ni deliberan a su interior. El líder es aclamado. La sobonería, el arribismo y el servilismo al líder se torna vergonzoso. El paso siguiente será retribuir al líder “por la gentileza” de haberse hecho merecedor de un encargo por confianza en cualquier lugar del aparato del Estado.
El adoctrinamiento, según la filosofía Hannah Arendt, anula la comprensión. Los ciudadanos adoctrinados ven los hechos pero los perciben y los comprenden de una manera falaz y en modo coherente con su doctrina. Esa tarea de adoctrinamiento es el preludio del conflicto y la guerra. Lo increíble que nos muestra la historia reciente también, es que los actores han trastocado sus valores al punto de ser incapaces de mostrar conciencia moral. La doctrina justifica la guerra. La eliminación física del otro. La polarización. “Nosotros y ellos”. Es la creación de los anti. En esta circunstancia la mesa queda servida en el Perú para la confrontación social.
Sin embargo, la democracia es la negación y superación de todo ello. Fortalecer la democracia significa privilegiar la paz, la convivencia, la diversidad, el debate y la deliberación de ideas. Incluir en el debate público a ciudadanos para que expongan sus ideas. Lograr consensos con amplio debate y sin perjuicios de ningún tipo. Es crucial el respeto a las instituciones que hacen funcionar la democracia. El JNE puede ser cuestionado y su rol puede ser deliberado en modo público, pero sus decisiones deben ser acatadas. Sin embargo, la diatriba, la deslegitimación y el insulto doctrinario mina la democracia. Es el rol que cumplen los grupos antidemocráticos. Desprestigiar para deslegitimar la democracia.
El gobierno se ha sumado a la campaña de desprestigio del JNE, mantiene funcionarios de confianza en la OEA, con gran influencia en grupos ideologizados nacionales y cuyas movilizaciones pretenden ser caja de resonancia internacional. Estas acciones han puesto la democracia peruana en vilo. A estas alturas, pedir debate de ideas, propuestas de plan de gobierno. ¿será posible? No. La autonomía del ciudadano ha sido mellada. El responsable de que se respete en modo irrestricto esa autonomía es el gobierno y ha hecho lo contrario. Además, como distractor frente a acusaciones en su contra, Impulsa el movimiento “Anti”. La democracia no es una una hoja de ruta y menos convocar a los cuarteles. La democracia se vive.
Por Herberth Cuba García