El más grande fracaso del gobierno humalista
En reiteradas oportunidades se ha señalado que uno de los ejes fundamentales de cualquier reforma de salud es el primer nivel de atención y la implementación de la estrategia de Atención Primaria de Salud. La propia Organización Panamericana de Salud (OPS) ha construido modelos hipotéticos que podrían servir a los gobiernos para aplicar sus propios modelos. En este rubro la OPS ha acuñado el término Redes Integrales de Servicios de Salud (RISS). Además, es imposible aplicar una política con énfasis en la promoción de la salud y la prevención de las enfermedades si se obvia este componente de la política sanitaria. El perfil epidemiológico, los determinantes sociales, el nivel de desarrollo y los estratos socioeconómicos, entre otros aspectos —a nivel comunal, local, regional y nacional— son algunos aspectos indispensables para su comprensión. La enorme diversidad de nuestro país —no solo geográfica sino también étnica, cultural y económica— impide aplicar recetas únicas y, peor aún, ideologizadas.
Este ha sido el más grande fracaso del lustro humalista. El 10 de diciembre del 2013 se promulgó el DL 1166, dentro del paquete legislativo llamado “Reforma de la Salud”, al amparo de facultades delegadas por el Congreso de la República. Ya ha terminado el gobierno humalista y no se ha hecho nada, ni siquiera hay un reglamento. Esta norma se ha promulgado desde el escritorio, siguiendo los dictados ideológicos del Núcleo Ejecutor de la Reforma, y sin tomar en cuenta la rica experiencia que tiene nuestro país en el trabajo comunitario, en la medicina rural y social. Además, se ha obviado la contribución de miles de ciudadanos anónimos, quienes con su esfuerzo gratuito participaron en la implementación de estrategias de atención primaria de salud en los peores momentos de crisis económica y social.
La ideología del Núcleo Ejecutor pretende separar las cuatro funciones de los sistemas de salud: gobierno, prestación, financiamiento y regulación —en el primer nivel de atención—; y por si fuera poco, que se aplique la Estrategia de Atención Primaria de Salud. Esta propuesta grafica el fundamentalismo ideológico de quienes la crearon. Para construir este modelo se tendría que hacer tabla rasa de lo existente, incluyendo a la gente. Esto implica endiosar al ente financiero —al empresario, público (y en especial) privado— para que reciba transferencias de la caja fiscal y compre servicios para ofertarlos a la gente. Es la creación de pseudo mercados para generar competencia. Esta es la ideología.
La propia definición de Atención Primaria de Salud contradice esa propuesta. La estrategia de articulación local para implementar métodos sencillos, demostrados con el método científico, con gran impacto en la promoción de la salud y la prevención de las enfermedades —hechos por la propia comunidad, en la comunidad y para la comunidad— es más que una labor empresarial con ánimo de lucro. La articulación local significa la confluencia de recursos públicos y privados; y dentro de estos últimos, dinero y recursos de la propia gente de la comunidad. En reiteradas oportunidades hemos criticado la sinonimia entre primer nivel de atención y Atención Primaria de Salud. Sinonimia intencionada, usada por el Núcleo Ejecutor de la reforma humalista para aplicar su ideología fundamentalista en nuestro país.
La propia OPS se ha desmarcado del DL 1166, norma que crea las Redes Integrales de Atención de Salud (RIAPS). En lenguaje muy diplomático, en una exposición hace un par de semanas en el Colegio Médico, se han remarcado las características del modelo que ellos promueven y el contraste entre ambos modelos. Y la conclusión es obvia: es otra cosa. Es decir, hay una contradicción entre el DL 1166 y las RISS de la OPS.
Los analistas, y hasta algunos consultores pagados por el propio Ministerio de Salud, han señalado que existen “fallas y vacíos” en el DL 1166 y proponen “arreglos legislativos”. Grave problema. ¿Cómo reglamentar una ley que tiene tantas inconsistencias? Imposible. Hay que romperse la cabeza para saber cómo desaparecemos o articulamos las Redes de Salud actuales para implementar un ente nuevo “llamado RIAPS”. ¿Cómo incentivamos la articulación de los diversos actores comunales? ¿Cómo transferimos los fondos a los entes privados que gestionarán los RIAPS? ¿Cuantas normas necesitaríamos para crear nuevas unidades ejecutoras presupuestales? ¿Cuál sería el circuito de los fondos públicos para que llegue a las RIAPS públicas y a las privadas? ¿Qué mecanismos de fiscalización económicos y sanitarios serían necesarios? ¿Cuál sería el régimen laboral de los servidores? ¿Cómo sería el acercamiento con las comunidades dispersas?… ¿Alguien ha costeado y estimado el impacto de la norma? Nadie. Esta es la demostración del abuso de poder cuando se otorga facultades legislativas.
Se ha perdido un lustro. No se han cumplido las metas sanitarias en el primer nivel, a tal punto que los propios servidores no han cobrado el bono de desempeño. Se ha abandonado la estrategia de Atención Primaria de Salud. Los indicadores sanitarios han caído de manera dramática. El Núcleo Ejecutor de la reforma humalista le ha generado pérdidas a todos: a la población sana, a los enfermos y a los servidores de salud. El nuevo gobierno y el Congreso de la República tienen una ardua tarea por delante.
Herberth Cuba García