Hay 19 policías “aún recuperándose” en los hospitales
El 19 de diciembre del 2022, el Ministerio de Salud (Minsa), mediante Twitter, comunicó, con cifras actualizadas hasta las 14:30 horas, que “durante las manifestaciones públicas se han dado de alta 305 ciudadanos, que corresponde a 56 de Apurímac, 47 de Ayacucho, 37 de Lima, 36 de la Libertad, 47 de Arequipa, 35 de Junín, 16 de Cusco, 15 de Puno, 12 de Huancavelica y 4 de Ucayali” y que aún se encuentran 61 hospitalizados. También señaló que hay 25 fallecidos a nivel nacional: seis en Apurímac, uno en Arequipa, tres en la Libertad, tres en Cusco, tres en Junín y nueve en Ayacucho. El comunicado del Minsa no refleja la naturaleza de lo que ocurre en el país, porque denomina equivocadamente movilizaciones sociales a las circunstancias en que se han producido los heridos y los muertos. Como se ha visto a través de los medios de comunicación, han sido disturbios y vandalismo; es decir, se han producido actos de violencia contra las personas, la propiedad privada y la pública, e incluso toma de aeropuertos con vandalismo de sus instalaciones con el uso de armas de fuego y hechizas.
En clara diferencia con la descripción del Minsa, el Ministerio del Interior señaló que producto de los actos vandálicos y los disturbios, hay 19 policías “aún recuperándose” en el hospital Nacional de la Policía Luis N. Saénz, entre los que se encuentran dos efectivos en la unidad de cuidados intensivos por la gravedad de sus heridas. Además, en nota de prensa del Mininter, señaló que “al menos 300 efectivos policiales resultaron heridos y se registraron daños materiales en 62 locales, 32 de ellos pertenecían al sector público y 36 al sector privado”. También recibió “el testimonio de uno de los heridos por las esquirlas de una granada de guerra durante los actos vandálicos”. La diferente apreciación sobre la naturaleza de lo ocurrido en el Perú, entre estos dos ministerios, genera inconvenientes en la percepción de la población porque el Minsa, por ejemplo, trastoca la responsabilidad de los actores, ya que el vándalo es puesto en la situación de víctima y el policía en la de agresor.
El gobierno no debería pasar por alto el uso preciso del lenguaje, sobre todo en situaciones de crisis y de conflicto. La impericia política y lingüística de algunos altos funcionarios o ministros podrían poner en riesgo no solo la solidez de la respuesta para lograr la paz social, sino que incluso podría generar “denuncias” y “acusaciones” contra el propio gobierno, como si fuera un búmeran. El Minsa debería tomar medidas al interior de su sector, así como, en los otros sectores que forman parte del Sistema Nacional de Salud, como EsSalud, gerencias o direcciones regionales de Salud, las sanidades militares y sanidad policial, los servicios de salud de las municipalidades, hospitales y clínicas, entre otros más, con la finalidad de precisar los conceptos, las definiciones y las forma en que se deben realizar las notificaciones de las ocurrencias que afectan la salud de los ciudadanos, durante las movilizaciones, disturbios o actos vandálicos.
Es necesario tomar en cuenta que el artículo 30 de la Ley General de Salud (Ley N° 26842) señala que “el médico que brinda atención médica a una persona por herida de arma blanca, herida de bala, accidente de tránsito o por causa de otro tipo de violencia que constituya delito perseguible de oficio o cuando existan indicios de aborto criminal, está obligado a poner el hecho en conocimiento de la autoridad competente”. En ese sentido, el Minsa está en la obligación de crear los mecanismos o procedimientos legales para que eso ocurra. Además, está en la obligación de reportar ante la ciudadanía la totalidad de fallecidos o heridos, sean estos, de la sociedad civil o de las fuerzas del orden. En ese contexto, es necesario diferenciar la participación de los ciudadanos en movilizaciones pacíficas frente a aquellos que crean disturbios, actos vandálicos, incendios de aeropuertos, fábricas, locales de la Fiscalía, con el uso de armas y explosivos de diversa procedencia. Esta falta de discriminación impide el conocimiento de la naturaleza del conflicto y la atribución de responsabilidades ante la justicia. Además, distorsiona la realidad y favorece el proceso de desinformación.
Ya desde el 11 de diciembre del 2022, en que el Minsa declaró la Alerta Roja, en el marco de la Resolución Ministerial 225-2020-SA, se ha vislumbrado las falencias, por ejemplo, justificó su medida “al suscitarse, en diversos lugares del país, conflictos sociales poniendo en riesgo la salud de las personas que participan en forma directa o indirecta.” Para tal fin, el Minsa indicó activar el Centro de Operaciones de Emergencias (COE) a nivel nacional, garantizar la continuidad de los servicios a nivel nacional, sobre todo, los de emergencia y de cuidados críticos, disponer la máxima disponibilidad de recursos humanos, insumos y medicamentos para la atención de las personas, elaborar un plan de contingencia local, evaluar los daños y su análisis, en modo diario, articular a las ambulancias o el Servicio de Atención Móvil de Urgencia (SAMU) con otras instituciones o servicios de salud con el buen funcionamiento de la central telefónica 106 en Lima Metropolitana y, por último, convocar al Consejo Nacional de Salud para evaluar las medidas adoptadas para la continuidad de los servicios de salud.
Como se puede apreciar, las medidas, si bien son necesarias, son insuficientes. El aspecto clave en una situación de emergencia es la interoperabilidad con la precisión de las comunicaciones con lenguajes apropiados y exactos. Además, la adecuada notificación, no solo con la utilización del Código de Enfermedades (CIE) sino, también, de los hechos vitales, con el correcto llenado de los formatos y el informe de las ocurrencias, entre otros. Además, la Alerta Roja ha pasado por alto que la Emergencia Sanitaria vigente y la declaratoria del Estado de Emergencia Nacional obliga a la realización de un plan nacional de respuesta, que empieza, con la definición de los términos, que a pesar de los días transcurridos aún no se conoce. ¡Cuidado con las contradicciones y la improvisación!