Informe que rinde cuentas y señala el aprendizaje institucional
Se ha publicado a finales del año 2023 la “Evaluación de la respuesta de la Organización Panamericana de la Salud a la Covid-19. Informe Final 2020- 2022”. Según la OPS, la finalidad de esta evaluación ha sido “proporcionar una visión objetiva e independiente de su desempeño general en términos de preparación y respuesta a la pandemia de Covid-19, desde enero del 2020 hasta agosto del 2022”. Resalta que ha tenido un doble propósito: por un lado, servir como rendición de cuentas; y por otro, como aprendizaje institucional. Además, que se ha tratado de una “evaluación estratégica, no de una evaluación técnica. Por tanto, no se evaluaron los departamentos unidades o programas específicos de la OPS». Es decir, que se enfocó en la propia OPS, “como organización y no evaluó la respuesta de los Estados miembros” frente a la pandemia. Como se puede apreciar esta decisión de someterse a una evaluación externa demuestra no solo la posibilidad de rendir cuentas o de recibir enseñanzas para la mejora de la calidad de la institución, con planes institucionales de desarrollo, sino también de someterse al escrutinio público –a veces, crítico y destructivo– frente a las debilidades o falencias de su desempeño durante la pandemia.
La autoevaluación y la evaluación externa –con metodologías estrictas, repetibles y auditables, desligadas del calificativo personal– deberían servir para aprender, corregir errores y fortalecer el desempeño futuro. No es una auditoría para hallar culpables y sancionarlos. Sin embargo, en países, como el nuestro, esta práctica es mirada solo desde el punto de vista negativo, como “la demostración de lo mala que ha sido o es la gestión sanitaria». Sirve para llenar titulares en los medios de comunicación o para desacreditar la gestión gubernamental o de los ministros. Sin embargo, es una práctica necesaria e indispensable, para mejorar la gestión sanitaria. Si no se sabe que falta o en que se falla ¿cómo es posible corregir, cambiar o transformar las instituciones? Aunque parezca increíble la autoevaluación, hecha por la propia institución, requiere, como complemento, para darle objetividad, la evaluación externa, para que expertos o personas ajenas a la institución sujeta a evaluación, señalen aspectos, que la mayoría de las veces, por sesgo, fueron dejados de lado en la evaluación interna.
Según el documento publicado, las preguntas y los criterios de evaluación estuvieron basados en la política de evaluación de la OPS del 2021, así como, con los criterios de evaluación del Comité de Ayuda al Desarrollo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Asimismo, se evaluó la respuesta al Covid-19 en términos de “pertinencia, eficacia, coherencia, coordinación, eficiencia y sostenibilidad». Según la OPS, también se incorporó “el análisis del valor añadido de la OPS». Esta etapa es compleja, porque, la rigurosidad y la precisión de las preguntas y la adecuada elección de los criterios, evidencia, por un lado, el nivel de profundización del conocimiento de la situación en que se encuentra la institución sujeta a evaluación, y, por otro lado, pone las bases para que los resultados sean útiles y alineados a los objetivos de la evaluación.
El documento detalla también la metodología. En ese sentido para el diseño de la evaluación se combinaron dos esferas de indagación principales. La primera correspondió a la evaluación de las acciones de la OPS para colaborar con los estados miembros y asociados. La segunda, evaluó su capacidad de adaptación interna para operar en una pandemia. Se tomó en cuenta también las “percepciones internas de desempeño” y los tres niveles de interrelación, “el estratégico, el operativo y el organizacional». Por último, según la OPS, se realizó un análisis a fondo por país o subregión, en seis “representaciones” de países, como Barbados, Brasil, Guatemala, Haití, México y Perú.
Como valor agregado del desempeño de la OPS frente a la pandemia, señala siete aspectos. El primero, fue la única organización regional con el mandato, la capacidad institucional y la experiencia técnica para lograr una respuesta regional al más alto nivel político. El segundo, facilitó la continuidad de las funciones esenciales de los estados miembros más allá del ámbito del sector salud, con el enfoque que involucre a “todo el gobierno». El tercero, el rol del fondo rotatorio fue fundamental para ampliar el acceso a las vacunas. El cuarto, el fortalecimiento de las capacidades para el diagnóstico de laboratorio y la vigilancia epidemiológica. El quinto, la ampliación de la capacitación de recursos humanos. El sexto, el despliegue del equipo de apoyo para la gestión de incidentes. El séptimo, el desarrollo de una capacidad logística masiva.
Sin embargo, en su dimensión operativa, también señala siete debilidades o falencias. La primera, es “la burocracia con procedimientos lentos inadecuados para una respuesta prolongada y a gran escala”. La segunda, la escasez de recursos que afectaron la capacidad de implementación y la eficiencia. La tercera, resultados dispares, con un balance general positivo en la cooperación técnica y resultados más modestos en las esferas institucional y social. La cuarta, la respuesta de “aprender haciendo». La quinta, contribuyó a abordar las brechas digitales de los países. La sexta, la aplicación práctica del principio de equidad estuvo limitada debido a las barreras prolongadas preexistentes que dificultaban el acceso a los medios de diagnóstico, los tratamientos y las vacunas contra la Covid-19. La séptima, está relacionada con la dificultad de evaluación de los aspectos más amplios, según las modalidades de cooperación y los pilares del Plan Estratégico de Preparación y Respuesta y las diferentes realidades.
Esta evaluación, como es obvio, tendrá impacto en los gobiernos de las cuatro “subregiones de los Estados miembros de la OPS: Caribe, Centroamérica, América del Sur y América del Norte. La metodología servirá de guía, para evaluar a las instituciones de los países, con las modificaciones propias para cada realidad. El gobierno y los sectores ligados a la salud, en el marco del Sistema Nacional de Salud, así como sus órganos adscritos, ya deberían justificar sus pedidos al gobierno para iniciar sus procesos de autoevaluación y de la correspondiente evaluación externa con la asistencia técnica de la OPS u otro. Sin embargo, el proceso debe incluir su impacto en la política, en la prensa, en los líderes de opinión y en los gremios, empresariales y sindicales, mediante la adecuada comunicación e información, así como, de educación de esta importante herramienta de mejora. Evaluar para avanzar. ¡Alto a la diatriba!