Una oportunidad para corregir la mala herencia dejada por el humalismo
La asunción de la Presidencia por el ingeniero Martín Vizcarra ha sido celebrada por amplios sectores de la población. Los reflectores políticos ahora están dirigidos a la designación de los nuevos ministros. Hay una avalancha mediática de propuestas de personas “con nivel”. En las redes sociales circulan gabinetes enteros para todos los gustos, varios de ellos jocosos. Sin embargo, es muy importante que el nuevo gabinete posea consistencia y coherencia, tanto para la crítica ante los errores del reciente gobierno humalista, sobre todo en el sector salud, como para los objetivos nacionales que el nuevo presidente impulsará.
La mirada crítica es importante para evitar caer en los errores del pasado, y en la designación en cargos expectantes de Gobierno a los funcionarios involucrados en esos errores. El presidente ha sido, durante el Gobierno de Ollanta Humala, presidente regional de Moquegua, antes de convertirse en vicepresidente de la República. Además, la designación de César Villanueva como premier, también expresidente regional en ese mismo periodo, dificulta la necesaria mirada crítica del Gobierno humalista. En ausencia de esa mirada crítica, es posible que se ejecuten cuestionadas políticas públicas trazadas por el humalismo. En ese caso, intuimos las graves consecuencias para el país.
Por ejemplo, en el sector salud el Gobierno de Humala se dio maña hasta para dejar una hoja de ruta para el siguiente Gobierno, incluida la nómina de funcionarios que debería ejecutarla. Poco importó que el Plan de Gobierno de Peruanos por el Kambio planteara algo distinto, y que los resultados de la gestión en los cinco años del humalismo fuesen deplorables. Dejaron malos indicadores sanitarios, y la llamada “reforma de salud” sirvió de pretexto para la creación de enormes entes burocráticos, como el Instituto de Gestión de Servicios de Salud (IGSS).
El presupuesto para el sector salud creció 2.5 veces, y se dejaron deudas impagas a los hospitales, centros de salud públicos y hasta a los privados, por casi S/ 2,500 millones. Se generó una enorme conflictividad social y gremial. Como consecuencia, la aplicación de la lógica de separación de acciones asistenciales de las funciones de administración o gestión sanitaria mantiene aún enormes conflictos, ineficacias e ineficiencias. Esta inexplicable lógica permitió una gestión contraria a la meritocracia y generó abusos en las designaciones de confianza, con personal no médico.
En el año 2015, momento álgido de las controversias políticas y gremiales por los desatinados planteamientos y principios de la reforma de salud humalista, se convocó al Foro del Acuerdo Nacional para que, con la participación de todos sus miembros —Gobierno, partidos políticos, gobiernos regionales, municipales, colegios profesionales, gremios sindicales, empresariales y sociales— se ayude a enrumbar a “los ideólogos” y a los funcionarios de la llamada reforma de salud humalista. Como fruto de más de seis meses de debates, se aprobó un documento consensuado llamado Los objetivos de la Reforma de Salud, que señaló el norte consensuado en la política de salud. Fue un duro revés para la llamada reforma de salud humalista. El primer gran logro fue la eliminación de la palabra “aseguramiento”. No existe esa palabra, ni esa mala política, en el texto. Al contrario, se reitera la ruta del Perú hacia la seguridad social en salud.
La implementación del “aseguramiento” durante el Gobierno humalista destruyó la seguridad social en salud de la familia policial. La separación de las funciones financieras de las de prestación de las atenciones médicas y de salud, llevó a la creación de dos entes: por un lado, SaludPol, dedicado a la administración de los dineros; y por el otro lado la Sanidad Policial, como ente dedicado a la gestión de los hospitales y policlínicos de la Policía Nacional. El resultado de este experimento fue el colapso de la atención médica y de salud para la familia policial, y la creación de criterios de inclusión y exclusión de enfermedades para los propios policías y sus familiares, amén del uso mercantilista de servicios médicos ajenos. Esta experiencia negativa es inaceptable para Essalud y las sanidades militares.
El Gobierno, en esta nueva etapa, tiene la oportunidad de resolver y corregir la mala herencia dejada por el humalismo en Salud. Pero no será posible corregir si se insiste en los mismos lineamientos y en las mismas personas que fueron parte del conflicto. Además se debería continuar con los avances realizados desde el Ministerio de Salud para pagar las deudas, desactivar la frondosa burocracia, cumplir con los consensos del Acuerdo Nacional y revertir los malos indicadores sanitarios. La parálisis de los últimos meses, por la crisis de gobernabilidad, no debe ser pretexto para tirar por la borda esos avances. ¡Ese es el reto!