El tema sanitario no se limita a la pandemia
El jueves 31 de marzo ha sido la tercera y última jornada del debate entre los candidatos a la presidencia de la República organizado por el Jurado Nacional de Elecciones (JNE). Las opiniones sobre el desempeño de cada uno de los candidatos, ha seguido la lógica de sus seguidores. En ese sentido, los ganadores y los perdedores se evalúan y clasifican desde sus particulares intereses, en función, eso sí, al desempeño retórico y conceptual. Sin embargo, esa evaluación desde el punto de vista político es engañosa, porque, no se ha expuesto al escrutinio público las ideologías, los programas y las estrategias de los candidatos para enfrentar el próximo lustro. Es decir, aquellos aspectos que los ciudadanos esperaban conocer para decidir su voto. En ese sentido, la mayoría de los analistas políticos han señalado que el debate no ha sumado ni restado intención de votos para los candidatos, salvo, en algunos casos y en márgenes muy estrechos. Además, los candidatos que mejor se han adaptado al diseño del debate han sido los políticos experimentados, aspecto que era previsible, por tanto, el impacto, también, ha sido mínimo.
La preocupación surge, no tanto, por el desempeño de los candidatos, sino por el equivocado diseño de la estructura del debate. No se ha propiciado el beneficio del ciudadano, sino, el afianzamiento ideológico de los organizadores que forman parte del Jurado Nacional de Elecciones. Además, solo basta pasar revista a las organizaciones no gubernamentales que han auspiciado y a las que han colaborado con las preguntas para hallar el norte ideológico que ha orientado a los organizadores. En ese sentido, la designación de los moderadores, la asignación del tiempo, la selección de los temas y las preguntas han permitido advertir la direccionalidad ideológica del jurado.
Una primera preocupación, es si el Jurado Nacional de Elecciones debería ser el encargado de organizar los debates de campaña electoral. Luego de la experiencia de estos tres días de debate, la lección es negativa. Nunca más se debe poner en riesgo la neutralidad del Jurado Nacional de Elecciones. Esto es obvio, por sentido común, pero, además, por obligación constitucional.
Un segundo aspecto, es la afirmación reiterada del Jurado Nacional de Elecciones y de los moderadores, del hecho que el formato y los detalles de la organización de los debates han sido el resultado de la participación consensuada de todas las organizaciones políticas que participan en el proceso electoral. Eso no es cierto. La prensa ha dado cuenta del desacuerdo e incluso reclamos, de por lo menos, dos candidatos presidenciales que no han sido resueltos. En consecuencia, no ha habido consenso. Además, la capacidad de negociación inmediata de los partidos políticos frente al Jurado Nacional de Elecciones es nula.
Un tercer aspecto, ha sido la selección de los temas, es decir, la agenda de debate. El control de la agenda es la ventaja que tienen los organizadores para imponer el diagnóstico y las políticas públicas, que según su particular punto de vista, necesitan los ciudadanos. Los ejes temáticos de la agenda de los debates han sido cinco: medidas frente a la pandemia, seguridad ciudadana, educación, integridad pública y lucha contra la corrupción. Es decir, han quedado fuera de la agenda aspectos cruciales que exige la población, como la agricultura, la economía, la generación del empleo, la salud, entre otros. El cuestionamiento a la agenda es muy serio, debido a que no refleja las necesidades y aspiraciones de la población. Además, cada partido político en su plan de gobierno ha elaborado un diagnóstico de la realidad nacional, sus ejes temáticos, sus prioridades de intervención mediante las políticas públicas, en consecuencia, la población ha perdido la oportunidad de conocerlos. El Jurado Nacional de Elecciones ha encorsetado en el debate a los partidos políticos en detrimento de la democracia.
Un cuarto aspecto, ha sido la asignación de los tiempos. Solo han tenido dos parámetros: 30 y 60 segundos. Además, los candidatos, no podían hablar más de 60 segundos continuados, a pesar de poseer un tiempo remanente. Era menester esperar otra ronda. El objetivo parece haber sido cortar la ilación de las ideas. Como se ha constatado, el escaso tiempo asignado, ha llevado a los candidatos a ofrecer lugares comunes, oratoria sin sustento y a la oferta incontrolable. El daño asestado al régimen democrático y republicano es enorme. El diseño o formato del debate presidencial, ha ocasionado el descrédito de los candidatos y de la política en general.
El quinto aspecto es el tema de la salud. Los organizadores han dado por hecho que, al referirse a la lucha contra la pandemia, se engloba la agenda de la salud. Craso error. Las medidas contra la pandemia son importantes, pero, para paliar la coyuntura, el corto plazo. Sin embargo, las necesidades de salud de la población van más allá del Covid-19, e implica resolver las deficiencias estructurales del Sistema Nacional de Salud, que mantiene en la exclusión a casi 25% de la población. A pesar de los estragos de la crisis económica y la pandemia, la población ignora las propuestas de los candidatos, por ejemplo, en materia sanitaria “por falta de tiempo.” La obvia conclusión de la población es que los políticos “están en nada”. ¡Cuidado con aquellos que intentan profundizar la democracia al extremo para convertirla en dictadura!