Son los vigilantes, y no los médicos, quienes seleccionan qué pacientes se admiten
Desde que el 13 de agosto del 2019 falleciera en la vía pública un ciudadano de 62 años, que clamaba atención médica en la puerta de la emergencia del Hospital Nacional Guillermo Almenara, debido a un probable paro cardiaco, las cosas en EsSalud solo han empeorado. El hecho fue relatado por los diversos medios de comunicación que resaltaron que el ciudadano, según una testigo, “estuvo agonizando por 20 minutos. Solicitaron ayuda al Hospital Almenara, pero no le hicieron caso”. Además, también informaron que “los familiares del fallecido llegaron hasta el lugar para exigir a las autoridades que expliquen por qué no fue atendido”. Una simple visita, si es que se pudiera, a la emergencia del Hospital Edgardo Rebagliati bastaría para darse cuenta del drama que deben soportar los ciudadanos que están obligados a atenderse en EsSalud.
Resaltamos el condicional “si es que se pudiera”, porque las enormes puertas de metal y de barrotes, así como la dotación de un impresionante número de vigilantes, convierten en inexpugnable a la emergencia. Además, la simple suma y resta del personal asignado a la Emergencia demostraría que la proporción del número de vigilantes y personal de apoyo frente al personal médico que brinda atención directa podría estar cercano a la relación de 30 a 1. Aunque parezca increíble, EsSalud se “preocupa” más por brindar protección a los suyos que por prestar las atenciones médicas de salud que sus asegurados requieren.
Un ejemplo que grafica la carga de trabajo para cada uno de los escasos médicos de guardia es que al momento de ingresar al turno ya tienen más de 40 pacientes en espera, que provienen del turno anterior. Los directivos conocen la brecha de necesidades de médicos, pero prefieren aumentar el número de vigilantes y los controles para evitar los conflictos debido a la escasez y obligar a los médicos “a trabajar sin descanso”. Incluso, se han promulgado leyes para paliar la escasez de médicos, mediante la prórroga voluntaria de la edad de jubilación hasta los 75 años, el doble empleo médico, los servicios complementarios (horas extras), la ampliación de plazas para el residentado médico (especialización médica); sin embargo, la conducción de EsSalud ha puesto trabas reiteradas al cumplimiento de estas leyes. En ese contexto, resalta el funcionamiento de la empresa de vigilancia privada, que es propiedad de EsSalud, llamada Esvicsac, que en el pasado tenía quejas reiteradas debido a que EsSalud pagaba por los servicios de seguridad los precios más altos del mercado, a pesar de ser propietaria de la empresa y que esta no reportaba utilidades.
Según un informe periodístico de La República del 26 de noviembre del 2010, bajo el título “Nadie controla a Esvicsac en EsSalud”, entonces esta empresa facturaba S/ 412.5 millones y los representantes de los trabajadores ante el directorio de EsSalud cuestionaban el destino del dinero y exigían una rendición de cuentas y la intervención de la Contraloría, aun cuando es una empresa privada, pero que es propiedad de EsSalud, que es una institución pública. O en todo caso, la participación de una auditoría internacional. Dados los antecedentes y la situación de las emergencias, EsSalud está en la obligación de transparentar el gasto, las utilidades y la gestión de los servicios de vigilancia.
El sistema de vigilancia no solo ha construido un muro de contención contra los pacientes en situación de emergencias, sino que realiza “de facto” la selección de los pacientes que se admiten y los que se quedan fuera. Y también obliga a que los pacientes entren en fila, por orden estricto de llegada, sin tomar en cuenta que “el criterio médico” diferencia en función de las necesidades peculiares y de gravedad del paciente. Por tanto, aplica criterios de equidad y justicia con un trato diferenciado para cada caso en parte. Como se sabe, la fila de ingreso por estricto orden de llegada solo favorece a los menos graves y discrimina a los que más necesitan, a los ancianos, a los discapacitados y a los muy graves.
La misma lógica tiene la sala de espera. Está diseñada para aguardar turno en una empresa bancaria o en los consultorios externos de algún establecimiento de salud, debido a que tiene sillas apretujadas unas con otras, en las que los enfermos esperan para ser atendidos; o por los resultados de los análisis para luego pasar por la revaluación. Es decir, la sala de espera está acondicionada para jóvenes y sanos. Sin embargo, el espectáculo dantesco es que ancianos de más de noventa años, que apenas pueden mantenerse sentados, agotados y sin fuerzas, sufran el “calvario de la espera”. A pesar del reclamo, no hay camillas, ni frazadas.
Parece que para los funcionarios de EsSalud la empatía es un asunto muy complejo, porque no pueden instalar camillas con una silla para el acompañante cada una, en lugar de las incómodas sillas de espera. En lugar de exceso de vigilantes y personal de apoyo o de oficinas del asegurado, prestas a facilitar “las altas voluntarias” para exonerar de responsabilidades a los funcionarios de EsSalud, deberían preocuparse por aumentar el número de médicos especialistas y por darle confort a los asegurados. Además, es necesario que los contratos para los servicios de vigilancia estipulen la exigencia del conocimiento de los derechos de los usuarios y consumidores de los servicios de salud (Ley N° 29414), sobre todo en situaciones de emergencias. Y que vigilen la seguridad y que no se conviertan en “muro de contención” contra los pacientes, así como la práctica del buen trato y buenos modales.
El primer contacto de los pacientes con la institución debe ser con médicos, porque tienen la capacidad de discernir entre emergencia y urgencia, así como entre las diversas prioridades de atención en función de la emergencia. ¡Evaluar, corregir y transformar para fortalecer a EsSalud y al Sistema de Seguridad Social Universal!