El Minsa debería informar sobre los riesgos que persisten
El Ministerio de Salud (Minsa) ha presentado el “protocolo” de retorno a clases universitarias presenciales, suspendidas por la pandemia del Covid-19. También ha señalado que “no es prudente retornar a las clases generales en los colegios, porque aún no hay niños vacunados y tampoco están listos los protocolos sanitarios”. Además, el Minsa ha señalado que “son 4.5 millones los niños de 12 a 17 años con quienes se usará la vacuna Pfizer, debido a que cuenta con la aprobación del laboratorio para ese grupo etario”. El daño de la variante delta, que aún no se manifiesta cómo se esperaba, y el avance en la vacunación han generado un cierto optimismo en la población y en sus autoridades. No solo se plantea el retorno presencial a las aulas de los estudiantes, también se han flexibilizado los aforos para los viajes, restaurantes, centros comerciales y empresas, entre otros. Sin embargo, el Minsa debería informar sobre los riesgos que aún persisten e infundir cautela.
En primer lugar, la posibilidad de la tercera ola, debido a la variante delta, aún no se ha disipado, y tampoco la probabilidad de que aparezcan nuevas variantes; e inclusive, que alguna de ellas, escape al efecto protector de las vacunas. Además, aún existen bolsones poblacionales sin vacunar o con escasa cobertura, como en las poblaciones nativas u originarias, altoandinas y en las comunidades dispersas.
En segundo lugar, existe cierta incapacidad del Estado para alentar la vacunación y, por tanto, persisten segmentos poblacionales que se resisten a la vacunación. Subsisten falencias comunicacionales en función del territorio y la cultura. Persiste la equivocada idea de utilizar estrategias estandarizadas, “protocolizadas”, para abordar comportamientos humanos, con claro desprecio a las cosmovisiones de las comunidades. En los tomadores de decisiones y en los operadores sanitarios se mantienen prejuicios contra las poblaciones; sobre todo, de los sectores marginales, altoandinos, y de la selva, entre otros. Se pasa por alto en el diseño de las políticas públicas en salud, los usos y costumbres de las comunidades, así como la aplicación de la innovación científica y tecnológica mediante métodos sencillos y eficaces para lograr la aceptabilidad y la participación de las comunidades. Sin participación social, sin el enfoque comunitario, es difícil generar adhesión a la estrategia nacional de vacunación.
En tercer lugar, aún no se puede precisar el “concepto de inmunidad de rebaño” para el Covid-19. Tres aspectos juegan en contra. El primero es la migración, sea interna o externa, que ofrece una cifra cambiante sobre el universo de la población total que serviría de referencia. Segundo, la cifra del porcentaje de vacunados que otorgaría la inmunidad de rebaño aún es desconocida. Y, por último, la duración de la protección inmunológica de la población vacunada parece ser de solo seis a ocho meses. En consecuencia, las terceras dosis o refuerzos, en tiempos disímiles –en el interior del país y en el mundo, convierte a la inmunidad de rebaño en un espejismo.
En cuarto lugar, hace poco se ha iniciado la vacunación en las edades de 18 a más, y aún, recién se ha empezado a diseñar la vacunación de los mayores de 12 años. Asimismo, aún se encuentra en discusión la seguridad y la eficacia de la vacunación de los niños mayores de cinco años. Es necesario tomar en cuenta que las características de estos segmentos etarios en la estructura poblacional del Perú complican la posibilidad de lograr la inmunidad de rebaño.
En quinto lugar, la esperanza de contar con medicamentos orales eficaces contra el Covid-19 parece ser ya una realidad. Sin embargo, su alto costo es un impedimento para su masificación y, por tanto, como estrategia sanitaria y en las políticas públicas en salud. Como es natural, su ingreso será progresivo y en función de los requerimientos del mercado mundial y de la caja fiscal del país.
Los puntos escogidos, entre muchos otros, y reseñados solo a modo de ejemplos, permiten comprender la importancia de la comunicación estratégica de riesgos del Minsa. Además, es necesario transmitir cautela y prudencia al interior del gobierno, porque la pandemia no ha sido superada y, por tanto, no ha terminado. Al contrario, se debe ampliar la estrategia de lucha contra el Covid-19, e impedir que cada día se reduzca solo al cumplimiento del programa de vacunación.
Es necesario insistir en la detección precoz y el rastreo de los contactos, con pruebas de laboratorio gratuitas y masivas, sin perder de vista a los portadores asintomáticos. También ampliar la capacidad de la vigilancia genómica para la detección precoz de la circulación de las variantes del Covid-19. Y no bajar la guardia con la distribución gratuita de los elementos necesarios para cumplir con los mecanismos de protección personal; no solo mascarillas, alcohol y jabón para el lavado de manos, sino también el apoyo económico para mantener los aforos con la distancia física entre las personas.
Sin embargo, nada de eso será sostenible en el tiempo si no se avanza en el fortalecimiento del primer nivel de atención con enfoque comunitario. Es decir, con la conformación de las Redes Integradas de Salud que brinden una dotación cuantificada de actividades y acciones que, mediante la Estrategia de la Atención Primaria de Salud, logren la aceptabilidad y la participación activa de la población. Además, no todo es Covid-19. El gobierno está en la obligación de ofrecer cuidado y atención integral en salud y, por tanto, también de la respuesta curativa hospitalaria. ¡Cuidado con el triunfalismo!