Es necesario que se reavive el debate sobre “la esencia de ser médico”
El 12 de agosto de 1988 la Federación Mundial para la Educación Médica emitió la II Declaración de Edimburgo sobre Educación Médica, con el patrocinio de la Organización Mundial de la Salud y otras agencias cooperantes. En esta Declaración de hace 35 años se señala que “el objetivo de la educación médica es producir médicos que fomenten la salud de todas las personas y ese objetivo no se está cumpliendo en muchos lugares a pesar del enorme progreso que se ha realizado durante este siglo en las ciencias biomédicas”. A pesar del tiempo transcurrido, el diagnóstico es el mismo. Ahora como entonces, el problema fundamental de la salud sigue siendo su fomento o promoción. También, el desarrollo de las ciencias biomédicas se ha incrementado exponencialmente.
El otro aspecto, que aún no se ha cumplido, es la referencia a “todas las personas”. La Declaración, también señala que “el paciente espera contar con un médico capacitado que sepa escuchar, sea observador cuidadoso, comunicador sensible y clínico eficiente”. Éste último señalamiento implica un componente adicional frente a la educación denominada biomédica. Este último agregado, puso en discusión los principios de educación médica de Abraham Flexner y William Osler, enarbolados en su informe del año 1910, que dieron como resultado a los dos componentes fundamentales para la educación de los médicos, el primero, de formación en ciencias básicas y el segundo, de formación en las ciencias clínicas. Estas dos etapas, también son conocidas, como la etapa preclínica, de ciencias biomédicas y la etapa de las rotaciones de los estudiantes en establecimientos de salud para el aprendizaje de la clínica.
A pesar de las corrientes críticas al modelo educativo biomédico y de los “consensos” de las universidades, la formación médica en general, continúa con los mismos parámetros flexnerianos. El éxito de la resistencia al cambio proviene, como primer aspecto, por su concatenación o alineamiento con los principios cartesianos del “hombre máquina, la producción fabril y la estandarización” que han permitido el desarrollo de la ciencia y la tecnología de la modernidad. El segundo aspecto, se refiere al concepto de ciencia y su ajuste frente a la práctica médica. Las ciencias básicas para la medicina tienen como objeto, campos parciales útiles para la práctica médica, como biología, fisiología, anatomía, entre otras. Estas ciencias, que son útiles o necesarias, derivan, de manera instrumental o práctica en una tecnología, llamada medicina. Por tanto, la medicina es ciencia y tecnología. En ese sentido, el debate se centra en la clasificación de las ciencias y cuáles de esta clasificación son útiles para derivar en tecnología médica en general o solo acotada a la biotecnología.
El tercer aspecto, está ligado a la idea de la objetividad en la medicina. Las discrepancias son abundantes, pero su debate enriquece la formación médica. Por un lado, está aquella postura en que señala que la realidad objetiva existe, aún cuando, no exista testigos que lo demuestren. Es decir, es una realidad objetiva distinta o separada de la mente humana, es conocida como la posición ontológica. Por otro lado, está la postura que señala que la objetividad está ligada al “acuerdo explícito” de los seres humanos, de la sociedad o de la comunidad científica. Esta postura, ligada al proceso del conocimiento (epistemología) plantea un acuerdo previo sobre el ideal explicativo del conocimiento científico. Asimismo, obliga a la precisión de la descripción de los objetos por parte del observador o investigador, para tal fin, requiere incluso un lenguaje especial, riguroso, coherente, medible y sin ambigüedades, denominado lenguaje científico. Encima, requiere un método riguroso, cuantificable y replicable, que permita la comprobación por otros pares u otros investigadores. La medicina, a pesar del tiempo transcurrido, aún no ha superado con éxito esta controversia.
El tercer aspecto, está ligado al rol del médico en sus actividades para promover la salud, prevenir las enfermedades y curar o rehabilitar. El desarrollo de estas actividades presupone, como momento previo, diagnósticos. Por un lado, un diagnóstico basado en las ciencias formales y las ciencias naturales, cuyo fin es el diagnóstico clínico, diferencial, etiológico, nosológico, topográfico, sintomático, sindrómico, presuntivo, patogenético, entro otros, aunque, el diagnóstico etiológico (causas u origen de la enfermedad), debido a que la mayoría de las veces es el resultado de los otros, ocupa un lugar preferente porque es el que más se aproxima al ideal explicativo de la medicina.
Por otro lado, existe también el diagnóstico de “intervención social”, cuyos fundamentos se encuentran en las ciencias sociales, como la sociología, la psicología, la antropología, economía, entre otras. Estas ciencias son básicas en medicina, porque son útiles, no solo para intervenir en el comportamiento de los “pacientes o usuarios” individuales, debido a que estos viven en contextos sociales, con realidades económicas, sociales y culturales, con creencias, costumbres, religiones, es decir, en los determinantes económicos, sociales y culturales que resultan de su existencia social. Sin este diagnóstico de intervención social, es imposible curar o rehabilitar. Por ejemplo, es imposible siquiera, prever si el paciente seguirá las indicaciones y las prescripciones (recetas) médicas, como tampoco, sea posible que el médico “escuche y sea un comunicador sensible, así como, un clínico eficiente». El diagnóstico de intervención social también es útil para la salud pública, para evitar el sufrimiento de las colectividades. En esa línea, ya la II Declaración de la Federación Mundial para la Educación Médica señalaba que “ya no es suficiente sólo tratar a algunos de los enfermos. Miles de personas sufren y mueren cada día de enfermedades que son prevenibles, curables o en autoinfligidas y millones no tienen acceso rápido a ningún tipo de atención de la salud».
Luego de 35 años es necesario que se reavive el debate y las universidades replanteen “la esencia de ser médico” debido a que la polémica entre la corriente biomédica (Flexneriana) y su contraparte crítica, se ha polarizado, ideologizado y ambas han perdido el paso, frente al desarrollo de la ciencia y la tecnología y los profundos cambios políticos, económicos, sociales y culturales en marcha. Ha cambiado, incluso, la percepción social de la enfermedad y de la muerte y por tanto, el rol que cumple la profesión médica. ¡Las universidades y el gobierno tienen un gran reto!