Reducir la mortalidad materna es uno los Objetivos del Milenio de la ONU
Según el Boletín Epidemiológico del Perú, de la semana 13 que cierra el 2 de abril del 2022, en lo que va del año ha habido 79 muertes maternas por causas directas o indirectas ligadas al periodo de embarazo, parto y puerperio; es decir, desde el inicio de la gestación hasta 42 días después del parto. Hay que tomar en cuenta que en el año 2016 murieron 328 mujeres, en el 2017 fallecieron 374, en el 2018 hubo 360 muertes y el año 2019 descendieron a 302 muertes maternas. Abruptamente en el año 2020 ascendieron a 439 muertes, y el año 2021 a 493 muertes maternas. En ese sentido, el descenso durante las primeras 13 semanas del presente año de las muertes maternas, si se toma en cuenta los dos años previos, podría considerarse un avance. Si bien la cifra es menor a la del mismo periodo del año 2021 (semana 13 del año), que había sido de 150 muertes, ese periodo coincidió con la pandemia de covid-19, por tanto, el ascenso de la mortalidad de las gestantes correspondió también con el incremento de la mortalidad general, como ha quedado corroborado debido a que el 40.9% de las muertes maternas del primer trimestre del año 2021, se debieron al Covid-19.
Según el Boletín Epidemiológico, el descenso de las muertes maternas se podría atribuir al inicio de la vacunación contra el covid-19, que “produjo la reducción de la mortalidad materna a partir del segundo semestre del año 2021”. Asimismo, señala que “el promedio semanal presentado durante el primer trimestre del año 2022 mantiene valores similares a algunos años de la etapa prepandemia”, y que los “departamentos que notificaron el mayor número de muertes maternas fueron Lima, La Libertad, Piura, Cajamarca, Puno y Loreto, que en conjunto concentraron el 65.8% del total”. Otros datos relevantes son que la edad promedio de las fallecidas fue de 29.7 años, que las muertes maternas han sido posteriores al parto –es decir, en el puerperio– en un 70.6%, y que el 74.7% murieron en un hospital.
Por otro lado, si se comparan el Programa Presupuestal 002 para la Salud Materna y Neonatal se aprecia que el año 2020 el monto asignado fue de S/ 789.5 millones, mientras que el 2021 solo alcanzó S/ 595.4 millones; es decir, se recortaron S/ 194.1 millones. Si bien es cierto que se ha incrementado para el año 2022 hasta S/ 749.7 millones, aún existe un recorte frente al año 2020 de casi S/ 40 millones. Parece increíble que el gobierno disminuya el presupuesto para enfrentar la mortalidad materna, debido a que es un aspecto de salud pública que expresa la injusticia, la exclusión social, la ausencia del poder de acceso a los servicios de salud, y en general, la violación sistemática de los derechos humanos de las mujeres, sobre todo de las pobres y vulnerables. Además, aunque no existe el “parto seguro”, la mayoría de las muertes maternas son evitables, si se crean capacidades organizativas e institucionales para enfrentar o prevenir las hemorragias, la presión alta inducida por el embarazo y las infecciones, solo para resaltar las causas más frecuentes.
La mortalidad materna es el reflejo de la pobreza, la informalidad y las barreras de exclusión cultural. Por tanto, las soluciones implican no solo que exista oferta de servicios de salud, con enfoque intercultural, sino, que se intervenga en los determinantes económicos, sociales y culturales de la salud y que se otorguen, desde el gobierno, prestaciones económicas y sociales que garanticen el poder de acceso a la atención médica y a la salud. Enfrentar las barreras debido a la pobreza, al analfabetismo, al “machismo” o a la discriminación de la mujer, a la desnutrición, al aislamiento geográfico y a la falta de vías de comunicación, a la ausencia o precariedad de establecimientos de salud, a la falta de profesionales de la salud, a la tolerancia de la sociedad frente a la muerte materna e infantil, así como, al embarazo adolescente y a la falta de acceso a los medios anticonceptivos de planificación familiar, entre otros aspectos más, requiere, no solo más presupuesto, sino, rediseñar el Sistema Nacional de Salud sobre la base de la estrategia de la Atención Primaria de Salud (APS) y de las Redes Integradas de Salud con enfoque comunitario.
La mortalidad materna se ha reducido, incluso a niveles cercanos a las metas para Perú de los Objetivos del Milenio de las Naciones Unidas. Sin embargo, ahora el gobierno, debe afinar los esquemas para reducir la mortalidad materna, porque los esfuerzos serán mayores si se desea mantener su tendencia decreciente. Por ejemplo, no basta con controlar la anemia y las infecciones durante el primer trimestre del embarazo a cargo de personal no médico, sino, ampliar a otros aspectos ligados a la genética, la proteómica y a la tecnología, como los predictores de la presión alta inducida por el embarazo (eclampsia), diabetes gestacional, obesidad, talla baja, prematuridad, entre otros.
Tampoco basta la existencia de los servicios de salud materna equipados, con insumos y personal capacitado, si no, que es necesario, otorgar prestaciones económicas y sociales, crear “casas de espera”, “casas interculturales”, alimentación, subsidio para los menores hijos que quedan en casa y, sobre todo, el pago del transporte y el traslado hasta los lugares para la atención “más segura” de los partos. Por último, es necesario evitar que el marco regulatorio que protege los derechos de las usuarias se centralice en penalizar a los profesionales que cuidan y atienden, como sí trabajasen en el mejor de los mundos, porque se genera el efecto contrario, que se refleja en la medicina defensiva para evitar futuros litigios y que se abuse de las transferencias innecesarias hacia otros establecimientos de mayor complejidad. ¡No más muertes maternas!