Con hospitales colapsados, se necesita la intervención del sector privado
El mercantilismo es una mala palabra. No es sinónimo de economía de mercado, menos de economía social de mercado. Es el favoritismo al margen de la competencia. Ex profeso se crean mecanismos poco transparentes y con falta de reglas para favorecer a los empresarios amigos o testaferros. Sirve para traspasar recursos públicos al sector privado sin importar el impacto del gasto, sino las necesidades de los “empresarios”. La economía mercantilista ha ocupado su espacio en la historia universal; sin embargo, a inicios del siglo XXI se ha convertido en un lastre ideológico abandonado.
No es extraño, sobre todo en los países poco desarrollados, que esta nefasta ideología económica se aplique sobre todo en las políticas sociales y en el subsidio estatal. El Perú, luego de la borrachera mercantilista del primer alanismo, empezó a luchar contra el mercantilismo con mucha decisión. No obstante, en el lustro humalista se ha posicionado con mucha fuerza en el paquete de 23 decretos legislativos de la mal llamada reforma de salud.
Ante la ola de críticas por el desastre y la aguda crisis del sector salud, confluyen dos tipos de críticas. Una propulsada por los promotores de la llamada reforma de salud, y otra que plantea la transformación del modelo de reforma de salud mercantilista humalista. Los ideólogos mercantilistas, provenientes de la izquierda y agrupados en lo que se ha denominado el “núcleo ejecutor de la reforma de salud humalista”, acompañados por algunos columnistas de periódicos plantean que la crisis de la salud es originada por personas, algunas de ellas corruptas. Es decir, el modelo mercantilista que defienden es adecuado y necesario para nuestro país. Poco importa que los indicadores sanitarios —la anemia, la desnutrición, la vacunación, la mortalidad materna y neonatal, el embarazo en adolescentes, el brote de enfermedades transmisibles y por vectores (mosquitos y otros), la hipertensión, diabetes, obesidad, entre otros— muestren cifras alarmantes.
Tampoco escapa a este diagnóstico, tal como lo señaló la Contraloría General de la República, que el 48% de los establecimientos de salud tenga ausencia del personal mínimo requerido; que el 47% tenga ausencia de medicamentos, que el 79% carezcan de equipamiento y 44% de servicios básicos. La desesperación de la gente por la falta de atención médica es dramática. Los indicadores sanitarios son tan malos que grafican la magnitud de la crisis. Además, nunca se ha gastado tanto. Se ha más que duplicado el gasto en salud en relación al 2011. Solo la ideología y los intereses, o ambos, les impiden comprender la magnitud de la crisis. Ya decía, con razón, Hannah Arendt que la doctrina anula la comprensión. Y eso es lo que ocurre hoy en el Perú.
La otra crítica es frontal contra el modelo mercantilista impuesto por el humalismo. Plantea la transformación del modelo. Los mercantilistas inducen miedo para hacer creer que esa transformación es una vuelta al pasado estatista. No hay una crítica sistemática con esa posición. El nuevo modelo implica generar confianza y predictibilidad en los mercados para asegurar que todos los peruanos ejerzan su derecho a la salud en modo integral; es decir, como seguridad social en salud, de manera eficaz y eficiente. La seguridad social en salud brinda prestaciones sanitarias, sociales y económicas. El sector público y el privado trabajan de manera articulada, complementaria y con sinergia. Con reglas claras, transparentes y sin mucha burocracia, en los diversos mercados de la salud —medicamentos, insumos, equipos, infraestructura, entre otros— para fortalecer el sistema y garantizar el derecho a la salud de todos los peruanos.
El subsidio del Estado debería ser solo para los que no puedan pagar por sí mismos. Es decir, contrario al modelo mercantilista del gobierno de Humala. Por ejemplo, el modelo mercantilista ha pasado a través de un fondo, llamado SIS, todas las transferencia gubernamentales para los hospitales, incluso hasta para pagar planillas. Además, ha aumentado a los beneficiarios. Es decir, más beneficiarios y menos dinero para los hospitales y la atención directa de pacientes. Los hospitales han colapsado. Entonces la intervención del sector privado se convierte en inevitable, a pesar de que por la falta de competencia (debido al mercantilismo), resulte todo más caro.
La solución humalista ha sido mayor burocracia con amplia discrecionalidad para el uso mercantilista de los fondos estatales. Mucho más dinero, pero poco impacto sanitario. El dinero se ha repartido entre la burocracia y el clientelismo mercantilista. Es el modelo ideal para la corrupción grande y pequeña. Eso tiene que cambiar. Deben ir presos los corruptos y se debe cautelar de manera estricta los recursos públicos. Nunca más el dicho: “en arca abierta, el justo peca”.
Herberth Cuba García