“En primer lugar, no hacer daño”
Siempre es oportuno reflexionar sobre la libertad, y sobre todo actuar en consecuencia. Sin embargo, la libertad se define como el ejercicio del libre albedrío, siempre y cuando no se haga daño a terceros. Es decir, a ningún otro. Esta subordinación de la libertad a no hacer daño, es una conquista de la humanidad. No es entonces, la libertad el primer principio, sino el segundo. El primer principio es no hacer daño. En esa misma línea se inscribe la Constitución Política de nuestro país.
La filosofía actual ha empezado a retomar esa vertiente de la filosofía griega debido al enorme avance de la tecnología, que mal utilizada podría destruir a la humanidad. Además, la reciente época del colonialismo ha puesto sobre el tapete el manejo relativo del concepto de libertad. La concepción de libertad sin hacer daño, ha sido válida solo para los ciudadanos de los países desarrollados o los colonialistas. Los habitantes de los países del tercer mundo eran tratados como menores de edad; es decir, que para enseñarles a vivir en libertad era necesario corregirlos, enmendarlos y civilizarlos. Se consideraba necesario utilizar el daño como medio para hacer el bien. La lógica era “enseñar a los salvajes, a los otros, a portarse como nosotros”.
La medicina ha aportado el principio primum non nocere, que tiene valor extraordinario no solo para relacionarse con los pacientes, con los enfermos, sino también para el comportamiento de todos los seres humanos. Por ejemplo, un médico antes de intervenir para curar a un paciente, debe evaluar si su intervención hace daño; de ser así, carece de sentido su participación. Igual es la obligación de los políticos: evaluar la discrecionalidad y libertad en la conducción de los gobiernos para no hacer daño. Pero todavía existen políticos y empresarios que utilizan la misma costumbre del colonialismo; es decir, la necesidad de intervenir sin evaluar el daño de esa intervención.
Nos hemos referido a tres principios: no hacer daño, hacer el bien y libertad. Sin embargo, el ejercicio de la libertad tiene como requisito a la justicia. Esta última permite que todos los seres humanos puedan ser libres. La pobreza, las enfermedades, la marginación, la discriminación y la ignorancia, entre otros, son mecanismos que restringen la libertad humana.
El filósofo Berlin puntualizó con mucha agudeza los conceptos de libertad negativa y libertad positiva. Y John Rawls contribuyó con el desarrollo del principio de justicia, para lograr el ejercicio de la libertad de todos los seres humanos. La libertad con equidad, la libertad sin hacer daño, impide que se divida a los seres humanos en dos grupos: los que son libres y los que no lo son. Además, justifica la dominación de un grupo sobre el otro. Como señaló el filósofo Theodor Adorno, “el afán de dominar la naturaleza, termina dominando al hombre”.
Ahora que empieza un nuevo gobierno, que el premier ha expuesto la política general y las principales medidas de su gestión, es necesario que se tomen en cuenta estos principios. Además, esperamos que el principio que guía a la medicina, primum non nocere —es decir, en primer lugar no hacer daño— haya sido uno de los primeros en formar la personalidad del presidente Kuczynski, debido a que su padre fue médico.
Más libertad, más desarrollo; pero sin hacer daño a los seres humanos en su contexto integral: social, económico, cultural y étnico. Con respeto irrestricto de los derechos humanos.
Herberth Cuba García