Un balance crítico de la reforma de la salud ofrecida por el gobierno
La gestión en salud debe basarse en evaluaciones con información consistente, oportuna y de calidad. El impacto de las intervenciones sanitarias deben ser cuantificables y medibles. Es decir, saber si el gasto público ha sido usado adecuadamente con efectividad y eficiencia. Sin embargo, se han tomado decisiones de reforma sin contar con estudios técnicos y sanitarios que demuestren con evidencias la justificación del cambio en la asignación de recursos, en la formulación y en la conducción de las políticas en salud. El sesgo ha sido ideológico y político.
Desde setiembre del 2013, en que se promulgó el paquete legislativo mal llamado de reforma de la salud, no se han realizado evaluaciones sistemáticas. El enorme gasto que ha significado la reforma no ha pasado por el tamiz del costo-beneficio y menos del costo-efectividad. En sentido inverso, la ciudadanía constata día a día que la situación de salud ha empeorado.
¿La reforma implementada durante la gestión de Midori de Habich cumplió con el requisito de la evaluación basada en evidencias? Definitivamente no. Dos años después es necesario discutir la parte normativa frente a la descriptiva. Es decir, lo que debe ser con lo que es. Además, es necesario estudiar con profundidad quiénes han tomado esas decisiones y cómo lo han hecho. Ausentes las evidencias, metaanálisis, evaluaciones de calidad y estudios experimentales, es obvio que el sesgo ha sido ideológico. Y la ideología ha sido mercantilista y, en algunos espacios, populista.
También ha estado ausente el estudio consistente, prospectivo y de calidad, previo al paquete legislativo, de cómo actuarían las intervenciones y las decisiones políticas dentro del marco de la reforma de salud. Esta omisión ha impedido prever la aparatosa caída de los indicadores sanitarios del país.
Es evidente, entonces, la contradicción entre la acción política real y la acción política planificada y concertada. La primera ha sido ideológica, mercantilista, sin evidencias ni justificación en la realidad, sin tomar en cuenta los intereses, aspiraciones y necesidades de la población, sin tomar en cuenta a los actores comprometidos en el quehacer sanitario.
La segunda no ha respondido ni ha sido parte de la planificación estratégica sectorial. Un ejemplo: el Plan Nacional Concertado de Salud del 2007 que se hizo sobre la base del Consejo Nacional de Salud fue objeto de críticas de la ministra anterior y del actual ministro porque supuestamente no tenía prioridades ni metas explícitas. Sin embargo, luego de tantos años no se ha corregido esa omisión.
En modo muy lamentable, el llamado proceso de reforma ha reducido espacios de participación, no sólo de los gobiernos locales y regionales sino de la sociedad civil. Es decir, a contracorriente de las nuevas tendencias que exigen acordar en modo concertado no sólo “qué se debe hacer, sino cómo se debe hacer”. El reclamo no se hizo esperar, la actual gestión ministerial ha empezado a ceder “aunque sea con voz” en el Consejo Nacional de Salud, a las exigencias de los gobiernos regionales, la sociedad civil y los gremios. Sin embargo, continúan cerrados la mayoría de los espacios.
El gobierno ha desperdiciado la oportunidad para realizar una verdadera reforma de salud que resuelva los problemas sanitarios cotidianos de la gente. No en vano el Foro del Acuerdo Nacional se ha reunido para acordar y proponer políticas de Estado en salud. Los partidos políticos, los gremios empresariales, sindicales y la sociedad civil han comprendido que el giro emprendido por la llamada reforma de salud adolece de adhesión social, de consenso y de legitimidad. Además, las expectativas de la gente han sido burladas. Se les prometió atención integral y gratuita.
Las inversiones públicas y privadas han sido escasas. Y la equivocada reforma también ha creado una complicada y frondosa legislación. Por ejemplo, más de 80 nudos críticos para realizar la compra, distribución y dispensación de medicamentos en los más de 8 mil establecimientos públicos del país. El desabastecimiento y el aumento del gasto del bolsillo del paciente en las farmacias privadas ha sido la consecuencia.
Aunque parezca mentira, el populismo ha sido exacerbado por membretes y nombres de programas carentes de contenido. El adulto mayor, el adolescente, la madre gestante y el niño no han recibido lo que la propaganda ha pregonado. El premier no debe soslayar el drama de la salud. Para empezar debe impedir el recorte presupuestal y luego reformar la fallida reforma de salud.
Herberth Cuba García