Se ha empezado a mejorar la atención a la población
El nuevo ministro de salud ha dicho que recibe una valla muy alta de la gestión precedente. Ofreció trabajar con indicadores, gerencia y acercamiento al personal. A simple vista, es la continuación de los cinco lineamientos de política que hereda y cuya aplicación e implementación requieren de buena gestión y mucho liderazgo. No sería extraña esa posición, si tomamos en cuenta que no estamos frente a un cambio de Gobierno, sino solo de gabinete.
El proceso de desburocratización del Ministerio de Salud (Minsa), realizado por la ministra García, ha significado desactivar la burocracia intermedia que existía entre la sede central del Minsa y los establecimientos de salud. Dentro de estas acciones están: la desactivación del Instituto de Gestión de Servicios de Salud, de las dos Direcciones de Salud de Lima (Sur y Este) y las nueve Redes de Salud y todas las microrredes, la desburocratización de la Superintendencia Nacional de Salud (Susalud) y otras dependencias adscritas al Minsa. Es decir, menos burocracia intermedia y mayor capacidad resolutiva en los establecimientos de salud. Ahora se requiere una buena gerencia que fortalezca y afiance el cambio para evitar la vuelta al pasado burocrático.
Transferir el ahorro obtenido por la desactivación de la burocracia al primer nivel de atención es acercar y fortalecer la atención médica y de salud al ciudadano. Significa abandonar un modelo de atención creado hace cuarenta años a establecer uno nuevo. Pasar de las arcaicas unidades productoras de servicios por nivel de complejidad para cada establecimiento, al concepto de red funcional. Las redes funcionales incluyen hospitales, centros y puestos de salud.
Se han creado las cuatro direcciones de redes integrales de salud (DIRIS) en Lima Metropolitana, como entes administrativos que implementarán las redes funcionales. Las DIRIS están abocadas a lograr que los establecimientos de salud del primer nivel atiendan de 12 a 24 horas, y los hospitales trabajen en red funcional no solo en la atención recuperativa y de urgencias, sino en salud pública, emergencias y desastres, saneamiento ambiental e inocuidad alimentaria, suministro de medicamentos y la participación intersectorial y social. Se han asignado nuevos roles en el financiamiento del Seguro Integral de Salud (SIS) con la finalidad de fortalecer las redes de salud en el primer nivel de atención.
El saneamiento de las deudas del SIS —que se acumularon desde el 2009— a los hospitales, centros y puestos de salud a nivel nacional ha sido un proceso muy complicado, que ha incluido confrontación y acuerdo con los gremios; un proceso que se ha traducido en la inyección inmediata de más de S/ 1,100 millones, en un año, a estos establecimientos. Se ha empezado a mejorar, de modo paulatino, la atención de salud de la población. Sin embargo, es necesario mejorar la gerencia y gestión para asegurar que se gaste todo el dinero en lo prioritario y con calidad.
El proceso de reestructuración del SIS es complejo. En el lustro humalista funcionaba como un gran comprador de servicios que favorecía las compras a “empresas privadas”, a través de mecanismos ágiles, sumarios, flexibles y mercantilistas; y en detrimento del sector público, como lo demostró el caso Moreno. El SIS ha necesitado el Decreto Legislativo 1346, de enero del 2017, para frenar la compra mercantilista al sector privado y fortalecer la oferta pública.
Existe tranquilidad laboral. Es un buen capital. Sin embargo, la complejidad del sistema de trabajo y del equipo de salud impide tomar a la ligera las relaciones laborales. Por ejemplo, a veces se olvida que prevenir, curar y salvar vidas humanas requiere no solo un diagnóstico de enfermedad o situación, sino un diagnóstico de intervención, que significa dirigir, planificar, organizar y controlar. Es decir, que un buen médico debería ser también un buen administrador. Las herramientas de gestión se aprenden desde los primeros años de estudios, además hay especialistas en gestión de salud y administración hospitalaria.
No debe extrañar que los ministros no médicos hayan soportado fuertes conflictos laborales, y los ministros militares solo hayan existido en los gobiernos dictatoriales. Los médicos tienen un alto nivel de competitividad, producto de largos y rigurosos años de estudio, con ingresos económicos públicos muy rezagados. Pagar más a profesionales con menos años de estudio y con menor rigor académico, así sea en cargos de confianza, genera desmotivación y apatía.
Herberth Cuba García