Es poco probable que los niños usen las mascarillas correctamente
Una vez más se ha puesto en debate la utilidad de las mascarillas, como ha ocurrido en las fases finales de cada una de las denominadas olas de la pandemia Covid-19. Sin embargo, esta vez la controversia ha recaído en el uso por parte de los escolares, debido a que se ha retornado a la educación presencial. Mayor controversia ha generado el ministro de Salud con sus declaraciones. Según el diario El Peruano del 25 de agosto del 2022, “reiteró que cuando se llegue al 80% de escolares entre los 5 y 11 años de edad inmunizados con la segunda dosis y al 100% de los docentes, y que el índice de positividad baje a menos de 5%, se evaluará el retiro de la obligación en el uso de las mascarillas”. Además señaló que las mascarillas “también sirven para prevenir otro tipo de enfermedades. Con relación al 5%, se refiere al grado de positividad de las pruebas de laboratorio en función del número total de muestras aplicadas. En ese contexto, la positividad aún es del 11.5% y los escolares han alcanzado el 73.5% con dos dosis y 31.5% con tres dosis. Estas declaraciones se hicieron sin el respaldo en investigaciones ni evidencias científicas.
Por otro lado, el ministro de Educación, en declaraciones ante el Congreso de la República del 19 de agosto, indicó que “podría solicitar al Minsa la revisión de la norma sobre el uso de mascarillas por parte de los escolares pues algunos especialistas consideran que el riesgo de contagio entre menores es bajo y se debe aprender a convivir con la enfermedad”. Además resaltó que las “medidas de bioseguridad contra el Covid-19 implementadas en los colegios, el monitoreo constante a través de la plataforma SIMON, el soporte socioemocional a escolares y docentes, y el trabajo coordinado con el Minsa, han sido fundamentales para asegurar la continuidad de las clases presenciales”.
Hay que explicar que SIMON es una plataforma que administra la información de las políticas que ejecuta el Ministerio de Educación a nivel nacional, por tanto realiza el seguimiento, monitoreo y evaluación de los indicadores de las estrategias que se han implementado para luchar contra el Covid-19 en los colegios. En ese sentido, el ministro de Educación solo ha trasladado al Minsa el malestar de numerosos padres de familia que siguen de cerca la incomodidad de la mascarilla, los problemas emocionales y las dificultades del lenguaje y del aprendizaje y de la práctica de la educación física; asímismo, comparan la situación de sus hijos con lo que ocurre en otros países. Pero también es cierto que existe otro grupo de padres de familia que, guiados por el temor, debido a que aún los contagios y las muertes persisten, exigen que no se levante la obligatoriedad del uso de la mascarilla.
Es necesario tener en cuenta que esta cuarta ola que aqueja al Perú tiene como protagonista a la variante ómicron del coronavirus, cuyas características más importantes son su alta tasa de infectividad o contagio, pero con casos de enfermedad menos graves. Además las poblaciones más jóvenes en general hacen formas aún más leves de enfermedad, contrariamente a lo que ocurre con los adultos mayores y los que poseen otras comorbilidades o enfermedades. En ese sentido, el Minsa debería ofrecer a la población, sobre todo a la comunidad educativa, un informe con evidencia científica sobre las características de la cuarta ola, la alta inmunidad ya obtenida por las vacunas y por las infecciones previas, así como los riesgos de mantener o retirar las mascarillas u otras restricciones a la libertad de los escolares o estudiantes.
El uso de la mascarilla podría ser una forma muy cómoda de eludir la responsabilidad del gobierno en la lucha contra la pandemia. La calidad de la mascarilla es importante, como los modelos N95 o KN95, que protegen no solo contra el Covid-19 sino también contra otros tipos de infecciones respiratorias. Eso sí, siempre y cuando sean bien utilizadas y ajustadas. Eso no ocurre en la mayoría de los colegios del país. Además el Minsa ha adquirido mascarillas de tela, que son distribuidas a las comunidades y cuyas características son cuestionables. En ese sentido, incluso se tramita una denuncia en la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales del Congreso de la República.
La posibilidad del correcto uso de las mascarillas por parte de los niños es baja, sobre todo por un tiempo prolongado. El gobierno, al enfocarse en la obligatoriedad de la mascarilla, transmite la sensación de cumplir con las medidas sanitarias contra la pandemia y pasa a segundo plano las aulas ventiladas, la reducción de la concentración del coronavirus y de otros contaminantes en el aire, la provisión de agua jabón, alcohol entre otros, así como del proceso de vacunación.
La controversia en torno al uso obligatorio o voluntario de la mascarilla en los centros educativos se complica por la desaceleración del proceso de vacunación en general y las bajas coberturas en las comunidades nativas u originarias, altoandinas y poblaciones dispersas. A eso se suma la falta de pericia para enfrentar los bolsones de resistencia contra la vacunación. En ese contexto, el gobierno y el Minsa necesitan ejecutar un proceso de comunicación, con información científica, en lenguaje sencillo, apropiado y con pertinencia intercultural para el cambio del comportamiento frente a la vacunación y para adoptar pautas habituales de lucha contra la pandemia de Covid-19.
Lejos de enfrentarse o generar controversias entre ministros, el gobierno debe propiciar la coordinación, la articulación y la complementariedad entre los ministerios de Salud y Educación, con los gobiernos locales y con las comunidades, para avanzar en la disminución de las restricciones a la libertad de los miembros de la comunidad educativa y el uso voluntario de las mascarillas, de acuerdo con la realidad de cada centro educativo. ¡Más ciencia y evidencia y menos confrontación política!